Ahí Estaban, Juntos Después De 20 Años.

Mosa
Cuerpo

 

Juntos como hace años uno al lado del otro, risueños y con la misma picardía  de aquellos tiempos; ¡los vi!  La imagen duró apenas unos segundos,  detrás del vidrio de la oficina me miraban y tras el golpeteo en la ventana traslúcida volteé y el deja vu se hizo presente: frente a mí los dos irreverentes que me concedieron la oportunidad de entrar, conocer y hablar frente a un micrófono: Gabriel Y Toño, Zambrano y Escamilla, El charal y el panda; aquellos locos de k buena está la mañana. La imagen quedó congelada en mi mente  y que guardaré por siempre en un rincón del corazón, una postal en exclusiva.

No me llamen lamebotas sin antes conocer por mis razones;  ahora comprendo  la magia de estos  apasionados de su  oficio y quehacer. Más allá de la radio reconozco en ellos –como decía el abuela- unas verdaderas chuchas cuereras: entre ellos hay una suma de quehaceres que admirar: empresarios, creativos, comerciantes, hacedores de música; uno de ellos experto en motocicletas, el otro mago; uno cantante el otro con una síntesis a la hora de sus alocuciones. Todas estas   ideas acudían a sus mentes a la hora de los cortes comerciales al  acompañarse  al  sanitario y terminaban plasmadas en una servilleta y siempre pensando en radio con los oídos finos. 

Al paso de los años te das cuenta de los errores que se cometen en el camino, de los orgullos y errores de juventud en la que se ve uno envuelto y que al momento no alcanza uno a valorar, simplemente la soberbia,  inexperiencia y juventud  hacen que no valore uno momentos vividos junto a estos seres que son una cita alegre en mi paso por la radio. Ellos  están en más alegrías que tristezas;  en los momentos de plena amistad, que pasajes fallidos y porque no decirlo en el recuento hay más   beneficios que perjuicios. Esto representa para mí,  uno a uno en el justo lugar de mi vida y vaya que se les estima.   

Me dio gusto observarlos hoy hombres hechos y derechos,  respetables padres de familia, pero lo más importante que tuve el privilegio de verlos juntos para agradecerles y que éstas palabras no se perdieran en el camino por la lejanía en la que se encontraban, me fue más cómodo acomodarlos en mis ojos para gusto y privilegio de éste su amigo y admirador. Escamilla y Zambrano  –a estas alturas de la vida, no importa el orden de los créditos -  son como el doctor, el mecánico o el herrero de la colonia que ha sido calificado como los mejor de por el rumbo;  así ellos,    viven radio y hacen que nuestros oídos se alejen del bullicio violento de nuestros días.  

Cada día se convierten en  mil caras para encarnar situaciones que nos ponen alegres aunque detrás del personaje y el telón, son hombres que ríen y lloran  con los mismos problemas del que los escucha  y aunque su vida personal esté brisada de tristeza  la  función debe seguir y bien.  En la entrada de sus cabinas hay un perchero en donde dejan colgados todos sus preocupaciones para brindar  lo mejor que tienen.

Irreverentes:  El Panda, El Escamilla vaya que lo fueron, en aquellos noventas la censura era una loza pesada; en un país en donde se dice pis, popo y se le tiene miedo a las palabras para estos trabajadores del micrófono fue tarea difícil abrir esa puerta de la doble moral.  Difícil contenerlos sus mentes asociaban  ideas y palabras como petardos a  los castos oídos del auditorio y las buenas costumbres de la sociedad; mantuvieron su paso,  trasladaron  el vocabulario de Juan pueblo el que todos entendemos, ese que dibuja la realidad con  palabras  exactas, que dicen lo que hay que decir.  En mi  opinión  personal no hay malas palabras, existen malas acciones y lo primero que entendieron fue que  Juan Pueblo es un ser pensante,  con capacidad de decisión, un ser adulto  que hace uso de su derecho a  la libre expresión, para dejar atrás la comunicación unilateral y dar paso a la opinión pública.

Las palabras que vuelan en la esquina, el barrio y la colonia se las llevaron  y las metieron en la radio; el albur como  forma  lúdica y poco a poco hicieron que el radioescucha ocupara sus oídos con la voz de estos locos, desfachatados y diferentes hablantes del micrófono  y que sus carcajadas motivaron la  exclamación en el pesero, taxi, auto y trabajo  ¡son un desmadre,   me gusta escucharlos!  

Su  auditorio sabía perfectamente que el programa era para entretenerse,  para  educar a la familia estaban responsables de las mismas,  para eso estaba el hogar y las instituciones escolares; El Panda y El charal les correspondía  alegrar las pesadas jornadas, aligerar la estancia en el tráfico de la ciudad  y  hacer más llevadero el rato.  si de ahí algo sumaba para hacer reflexión en casa  o el tema que abordaban junto al oyente,  se convertía en un buen punto de partida para la plática en familia  era ganancia,  decisión  tomada por el público         

A tantos años,  aquí están maduros y con más aportaciones que hacer todavía, cada uno en su rama y otra vez en el mismo árbol  ¡Los vi  y me llenó de satisfacción!  Estaban ahí parados con el tiempo detenido; igual que esas fotos de dos familiares que salieron del hogar y  viven lejos,  sin embargo su foto sigue colgada  en la sala para ser recordados y queridos.  Así los siento, un orgullo haber presenciado este momento radiofónico y que la vida nos haya dado la gracia de vernos otra vez juntos, vivos y lo que viene…

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