Bajé Del Microbús y Cambié de idea.

Mosa
Cuerpo

Efectivamente,  la catedral de la cábula guarda millones de historias que el tiempo les ha dado un valor incalculable. El pequeño cuartito que ha hecho las veces de cabina, comedor, dormitorio, sala de juntas y el no menos importante  púlpito del sacrosanto, en donde se prepara  el sermón tiene dos objetivos: provocar carcajadas y dejar un pellizquito en la conciencia de la gente para dar pasó a la reflexión en   cada historia revelada.  

El presente Jeta book,  es una cita obligada para compartir. Hace muchos años  llegó una  carta con destinatario conocido: El Panda Show,  estuvo por varios días en el cajón , apilada en un fajo amarrado con una liga de media para que no terminará como misiva abandonada  entre papeles, triques y cachibaches.

Una tarde de aquella primavera lluviosa, que no dan ganas de salir ni para hacer de las aguas, arrancó el operativo: búsqueda, asuntos “top secret’ por aquello de las cartas de amor siempre tentadoras;  en la primera, solicitaban ayuda económica; la siguiente una invitación a toda la producción  a la celebrar  las xv primaveras de Erika Britany.  ¡De pronto!  un sobre pequeño, arrugado y  con  letra malhecha en el remitente, seguía en la fila para desvelar su contenido.

María Teresa originaria de la Colonia Agrícola Oriental  en la otrora (En otro tiempo) delegación Iztacalco; de regreso a casa y después de una fallida búsqueda de trabajo,  con todos los años encima con su enfermedad correspondiente, añádase  el tratamiento médico incosteable. La tarde fría,  lluviosa y la barriga llena de hambre hacía que la cabeza de MariTere comenzará a divagar e imaginar tonterías. Mientras tanto  el desfile de conflictos terrenales no terminaba de dar vueltas y saludar a su víctima.

El viaje en ese desvencijado microbús por fin le rindió un homenaje a su humanidad: apareció un asiento libre que nadie tomó en cuenta, como si se encendiera un camino lleno de luz que conducía exactamente a ésta mujer agobiada por la vida difícil que vivía.  Aún sentada ella no sentía ninguna clase de alivio en su persona; las casas grises de bloques carcomidos pasaban asomándose en las vidrieras del  transporte: casa, tienda, tendedero, taller mecánico, puesto de tortas, coladera abierta y auto chatarra abandonado a orillas de la banqueta.

María Teresa  con  su mirada fija… en la nada,  solo viajaba con una sola idea al llegar a casa: Quitarse la vida.

El colectivo con destino fatal seguía  abriéndose camino entre el mar de carros y autos unos llevan a sus amos a encontrar el descanso reparador y  otros en búsqueda del eterno descanso.  ¡Dos minutos después de la hora! Se escuchó en las bocinas estratégicamente colocadas en el interior del micro. La voz del locutor daba la bienvenida al show  de radio que abría  puertas a su auditorio  para escapar a la tierra del voyeur auditivo.

Tercera llamada y los personajes comenzaron a  compartir sus vivencias capeadas con el velo de la broma “entre broma y broma… la verdad se asoma”  y como máquina tortilladora   carcajada tras sonrisa; chanzas, guasas y sonidos que dieron  exactamente en la hipófisis del enfermo de tristeza. María comenzó a recibir la dosis exacta: una broma efectiva y contundente: “Aquella señora interesada de la tercera edad,  que entre sus planes  tenía pensado abrir su corazón al amor, pero…  solo al que le pudiera convidar de buenos regalos, lujos y propiedades; y ¡así fue! la Sra. quedó   fascinada con el empresario que a punto de billetazos  conquistó, a tal grado de llevarla en su avión privado a conocer mundo. 

María Teresa  -dice en su carta- sonrió con desgano y prestó más atención a la segunda broma, capitulo que provocó que no descendiera a tiempo del transporte;  cuadras más adelante allá  por los rumbos de la calzada Ignacio Zaragoza, terminó la broma y alcanzó el timbre de la unidad para descender y retornar a su hogar. Entre paso y paso repasaba  las bromas que minutos antes  había escuchado y   le habían  borrado el fruncido ceño.

Al llegar a casa, María Teresa ya no tuvo interés en cruzar la puerta falsa; ahora todas las noches se asegura tener cerca de ella un radio que la acompañe para desvanecer esas malditas ansias de colgar el tenis.    

 

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